Era nieta adoptiva de Puccini y en 1934 abrió un taller en Milán al que acudían las estrellas de la ópera. Cuando María Callas adelgazó, se puso en sus manos y su estilo se refinó hasta convertirse en una dama glamurosa.
Estafada, drogada y sometida sexualmente. El corazón de María Callas sufrió por dos hombres, su marido, Giovanni Battista Meneghini, y su amante, Aristóteles Onassis. El primero dilapidó gran parte de su fortuna con tretas oscuras por lo que terminó calificándole como una «sabandija» quien «se pasea por ahí como un millonario cuando no tiene ni un centavo» pero que vivió a cuerpo de rey ya que «me robó más de la mitad de mi dinero al poner todo a su nombre desde el momento en que nos casamos». Y el milmillonario griego llegó a maltratarla físicamente y a drogarla para mantener relaciones sexuales. Así lo reflejaba la historiadora Lyndsy Spence en la biografía Cast a diva: The Hidden Life of Maria Callas.
Ambos hombres poseyeron a dos mujeres diferentes. Cuando Callas se casó con Meneghini en 1949 era una oronda diva del bel canto y, una vez en brazos de Onassis, la prima donna parecía recién salida de un desfile de haute couture. Se codeaba con la alta sociedad internacional gracias a su íntima amistad con la columnista de cotilleos Elsa Maxwell y una de las anfitrionas más renombradas del siglo XX que propició el encuentro entre Callas y Onassis en su fiesta en la Venecia de 1957.
La diva marcó un antes y un después en el canto y su influencia, no siempre para bien, sigue planeando sobre teatros, cantantes y público
Apenas había pasado un año del escándalo. ¿Fueron los abucheos que recibió en el primer acto? ¿Fue porque ese día su voz no estaba en las mejores condiciones? Lo cierto es que Maria Callas abandonó la Ópera de Roma dejando Norma a medias y un alboroto mayúsculo tras ella que acabó con los periodistas asediando su hotel al día siguiente. Por eso, casi un año después, un reportero pregunta a la diva justo antes de su debut en París en 1958: “¿Siente miedo escénico?”. Y ella contesta: “Sí, porque, ya sabe, mi nombre pesa”. Este 2 de diciembre, la soprano habría cumplido 100 años y
Las mayores virtudes de María Callas
El mayor don de Callas se hallaba en su innata musicalidad que le permitía internarse instintivamente en el universo personal de cada compositor, sin importar los defectos vocales en los que a veces incurría. Callas supo hacer de sus defectos sus mayores virtudes. Magnética en escena, no fue solo una gran soprano con dotes vocales inusuales, sino también una gran actriz que supo encarnar sus personajes de un modo único. Posiblemente, tanto su talento dramático como su musicalidad fueron la pauta para ser reconocida también por rescatar a diversos personajes de los excesos ornamentales y tergiversaciones vocales, como Amina (de La Sonnambula), Lucia di Lammermoor, Norma de Bellini, incluso personajes como Violetta (de La Traviata) entre otros, al restituir tanto su esencia de teatralidad escénica como su expresividad poética en un canto más lírico del libreto, como sus hoy referenciales versiones de Norma, La Traviata, Tosca, La Sonnambula, Lucia di Lammermoor y Medea, entre otras.
Demostró la vigencia de la ópera con interpretaciones casi cinematográficas. Poseyó una intuición artística infalible, basado en un gran trabajo a menudo apoyado en directores de la talla de Luchino Visconti y Franco Zeffirelli.
Desafortunadamente, parte de su fama no obedeció solo a razones artísticas. Su vida privada y su relación con Aristóteles Onassis hicieron que ocupara portadas de la prensa rosa cuando su carrera estaba prácticamente terminada. En realidad, después de iniciar su relación con Onassis entró en declive. Más allá de anécdotas sin interés, se olvida todo lo que había aportado al género lírico en una época en la que el público empezaba a alejarse de los espectáculos convencionales y rutinarios.
Los grandes éxitos de su carrera, los que le garantizan uno de los lugares más importantes en la historia de la ópera, tuvieron lugar antes de su relación con Onassis.
Este dolor emocional, sumado a la súbita pérdida de peso, aceleró el deterioro de su voz y le acarreó múltiples críticas, además de acortar su longevidad vocal. El fenómeno Callas duró apenas algo más de una década, pero su irrupción en el mundo de la lírica dejó una marca imborrable y visionaria. Callas propulsó la revaluación del género belcantista e impulsó la interpretación del verismo desde la técnica del bel canto provocando una importante revisión desde el punto musical e interpretativo. La generación que le siguió cimentó estos valores en los nombres de sopranos como Joan Sutherland, Montserrat Caballé, Leyla Gencer, Renata Scotto, Beverly Sills, Mirella Freni y las mezzosopranos Marilyn Horne y Teresa Berganza motivando un florecimiento del género lírico desde un enfoque históricamente veraz.